Compartimos con ustedes el libro «El alma de la toga» escrito por Ángel Ossorio, que puedes descargar aquí en formato PDF. Libro que todo estudiante de derecho o Abogado debe leer.
Un clásico cuya primera edición data de 1919 y que habla de la gran responsabilidad de ser Abogados. A continuación compartimos el prologo de este libro y posteriormente el enlace de descarga.
PROLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
Estas páginas son algo más que unos apuntes de observaciones y mucho menos que un cuerpo de doctrina. Nada hay en ellas de científico ni de narración amena. Son, sencillamente, la expresión de un estado de conciencia.
Ved por qué las escribo y no consideréis jactancioso lo que vaya deciros. En este año he cumplido veinticinco de ejercer la Abogacía. Llego a las bodas de plata joven aún -lo más joven que puede arribarse a ese puerto- y tengo por mi oficio no la misma afición que me animó al comenzar, sino una vocación multiplicada y depurada, un entusiasmo ardiente, unafe invulnerable. Naturalmente, al saborear en tan amplio período la vida interna de mi carrera, es decir, la que siguf! el alma sin que se traduzca en los menesteres externos del trabajo, se ha ido formando una red de conceptos, una serie de concreciones espirituales, unadecantación de la voluntad, una categoría de ideas abstractas, que vienen a ser cómo el sedimento de mi existencia profesional.
¿Puede esto tener interés para alguien? Creo que sí, y ésa es la razón de existir este libro. Primeramente, porque, a mi entender, todo hombre que ha cursado profunda y dilatadamente una disciplina, está en la obligación de explicar lo que piensa de ella; y después, porque la sustancia de la Abogacía descansa en sutilísimos y quebradizos estados psicológicos que no figuran en ninguna asignatura ni se enseñan en las aulas. Por todas partes os explicarán lo que es el retracto y la tutela, y la legislación de ferrocarriles y el recurso de fuerza en conocer y la doctrina internacional de los Estatutos… Pero la función social del Abogado, las tribulaciones de su conciencia,sus múltiples y heterogéneas obligaciones, la coordinación de sus deberes, a veces antagónicos… todo eso es para el principiante una incógnita, y nadie se cuida de despejársela.
De esas cosas, quiero hablaros, sin pretensiones didácticas, confesando de antemano mi carencia de autoridad. Ostento sólo la que, fatalmente, ineludiblemente, me ha proporcionado el tiempo. Nadie, pues, tendrá el derecho de motejarme como teorizante presuntuoso ni de señalarme como maestro Ciruela togado. Os digo llanamente, mi sentir, y al confesarme con vosotros y trasmitiros lo que la vida me enseñó, aspiro a desempeñar el papel trivial, pero útil, de quien, cuando llegáis a una población, os indica la dirección de un sitio que ignoráis.
Abundarán quienes os adviertan que hay en estas páginas bastante lirismo y que he poetizado a mi sabor, pintando las cosas, no cual son, sino cual las anhelamos. No hagáis caso. A falta de otras dotes, tengo la de ser un observador paciente y sereno. Mas si, a pesar de todo, la fantasía hubiese traspasado la rasante práctica, tampoco lo toméis como divagación de soñador. Pocas actividades hay tan positivas y fructíferas como la ilusión. Renunciar a ella es despojarse del mayor encanto, del más poderoso motor, de la más pura exaltación que el esfuerzo cotidiano ofrece al hombre. No trabajéis sólo por el indispensable mantenimiento, ni por la riqueza. Sin desdeñarlos -ello sería necio- trabajad primordialmente por hacer el bien, por elevaros sobre los demás,por el orgullo de llenar un cometido trascendental. Creed, creed… Mal trabajo es el que se ejerce sin lucro; pero el que se arrastra sin fe es mil veces más angustioso, porque tiene todos los caracteres de la esclavitud.
Ángel Ossorio
Junio de 1919